Evitar las guerras

1 03 2023

(Artículo publicado en La Vanguardia el 27/02/2023: https://www.lavanguardia.com/internacional/20230227/8785931/evitar-guerras.html)

A principios de febrero de 2022 casi nadie preveía un ataque ruso en Ucrania y los pocos que lo hacían creían que sería breve.

Un año más tarde, seguimos en guerra. Y el balance en Ucrania es terrorífico. Según Naciones Unidas, 13 millones de personas han tenido que huir de sus casas; 18 millones necesitan asistencia humanitaria; 8 mil han perdido la vida y otras 13 mil han sido heridas. Sobre muertes y heridos, más allá de las cifras confirmadas, Naciones Unidas admite que las reales son superiores y otras fuentes llegan hasta los 30 mil. En Rusia, también ha habido impactos para la población civil. Centenares de miles han huido para evitar la represión. Cerca de 20 mil opositores a la guerra están encarcelados. Por lo que respecta a soldados las cifras, dispares, coinciden en que hay decenas de miles de muertos.

Es descorazonador comprobar como a estas alturas aún hay líderes políticos que, con tremenda irresponsabilidad, emprenden guerras con total desprecio por las terribles pérdidas de vidas humanas que provocan.

Por otro lado, el deseo razonable de ayudar a Ucrania ante la agresión de Rusia no puede llevar al absurdo de colaborar a alargar una guerra cuya principal damnificada, en pérdida de vidas humanas y en destrucción, es la misma Ucrania.

Más allá del drama humano, la guerra tiene severos impactos globales: se recrudecen las dinámicas polarizadoras de bloques, crece la brecha entre Occidente y el resto del mundo, Europa se desvanece como actor global con perfil propio y se intensifican, aún más, la militarización y el armamentismo. Y no son, precisamente, noticias positivas para la preservación de la paz.

En primer lugar porque se habla mucho de guerra pero muy poco de como pararla. Ni gobiernos, ni organismos globales están apostando por las vías diplomáticas. Como advertía el director del SIPRI, Dan Smith, parece difícil hoy hablar de diálogo y reconciliación pero la coexistencia es inevitable. No podemos, por lo tanto, obviar y postergar la búsqueda de espacios de construcción de confianza y seguridad compartidas.

En segundo lugar, porque armarse hasta los dientes e incrementar el gasto militar sin fin mientras no creamos estructuras de prevención de conflictos, ni hacemos políticas activas de promoción de la paz y de defensa de los derechos humanos, es un grave error. Pero pensar que esto nos acerca a un mundo más seguro es una inmensa ingenuidad.

Tras 20 años de crecimiento del gasto militar, tenemos más guerras, más muertes por conflicto armado y más población desplazada huyendo de la violencia que hace dos décadas. Y ha habido otras potencias que han hecho guerras de agresión, saltándose todas las normas, y hemos sufrido guerras devastadoramente largas con un inaceptable sufrimiento humano. No parece que la senda militarista nos conduzca a la paz.

Todo ello evidencia que no tenemos un mundo preparado para prevenir conflictos armados, desalentar agresiones imperialistas y evitar vulneraciones masivas de derechos humanos. Porque proteger a las víctimas no es esperar a que una guerra estalle para reaccionar. Es trabajar activamente, consecuentemente y coherentemente para evitar que haya guerras: impulsar una gobernanza global democrática, promover una justicia internacional que proteja los derechos humanos, desmilitarizar y desarmar la seguridad. A eso deberíamos dedicar los esfuerzos. De no hacerlo, deberemos resignarnos a continuar sufriendo guerras como las de los últimos años en Bosnia, Kosovo, Chechenia, Irak, Afganistán, Siria, Yemen o Ucrania.


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