(Post publicat a la web ‘Proceso de paz‘ de Lokarri el 21 d’Octubre de 2011)
Si siempre he agradecido la ventana que me han ofrecido las amigas y amigos de Lokarri para dialogar sobre el qué, el como y el cuándo de un proceso que nos pudiera llevar al fin de la violencia y a la construcción de la paz, la oportunidad que me ofrecen hoy me parece casi terapéutica.
Ayer, al cabo de poco de la noticia de ETA, sentí la necesidad imperiosa de dirigirme a toda la gente que conozco y quiero de este país. Curiosamente, con algunas y algunos había hablado precisamente ayer. Con otras y otros, después del anuncio, nos ‘abrazamos’ por varias vías tecnológicas. Y sentí esa necesidad, y la siento aún hoy por la mañana, por dos razones.
La primera, claro, por amistad y afecto: sé que muchas y muchos de ellos han sufrido. A veces, los zarpazos de la violencia y la intolerancia. Otras, el ostracismo y el vacío. Algunas otras, la invisibilidad y la frustración por no poder defender sus proyectos políticos. También, una represión que se llevaba por delante derechos y libertades. Casi siempre, la desazón y la desesperanza. Pero, aún así, han seguido trabajando, impulsando, perseverando, confiando en que, finalmente, lo que ayer empezó a pasar, era posible. Mi primer pensamiento fue para todas y todos ellos.
La segunda, menos obvia, pero que me apetece especialmente destacar. Los esfuerzos que han hecho posible el inicio de este proceso de paz, son inmensos, diversos y, aunque probablemente no siempre convergentes, todos, al final, han sumado. Pero, como los medios de comunicación destacan principalmente a la clase política e institucional, yo quiero y encuentro necesario destacar a la gente honesta y libre que ha trabajado por la paz durante todos estos años. A veces desde una primera línea. La mayoría de las veces, desde el anonimato. Sobreponiéndose a las risas de desaprobación de los cínicos, superando la desesperanza de los alicaídos, enfrentándose a los embates de la realidad.
Me atrevo a decir que este capital humano es uno de los fundamentos más sólidos y firmes con los que puede contar el futuro de este, vuestro –y un poco mío- país.
Un fuerte abrazo.