La posibilidad de que haya un ataque militar sobre Siria la próxima semana va creciendo. En los primeros debates sobre el tema, en la calle y en los medios, además de aportaciones muy interesantes, también se pudieron ver análisis sesgados y con demasiados tópicos, prejuicios y simplificaciones. Con humildad, pero desde una voluntad honesta de contribuir a desgranar lo que pasa, escribí este texto en catalán el 28 de agosto. La ‘guía’ circuló mucho y varias personas me solicitaron una versión en castellano y, de hecho, algunas realizaron traducciones por su cuenta (muchas gracias!). Ahora, partiendo de la traducción realizada por la activista colombiana por la paz y los derechos humanos residente en Barcelona, María del Rosario Vasquez, he reescrito esta Guía en castellano, con algunas pequeñas modificaciones y actualizaciones.
“Quizá la próxima semana empieza la guerra en Siria”
No. Sería probablemente mucho más sencillo para todos. Pero, desgraciadamente, la guerra hace mucho tiempo que empezó. Más de dos años. Con unos resultados devastadores: más de 100.000 muertes, más de 2.000.000 refugiados y más de 4.000.000 de desplazados internos en un país de unos 20.000.000 de habitantes. No podemos decir ‘Vaya, otra guerra!‘. Sino nos hemos enterado, o no hemos querido verla, es un problema nuestro, pero encima, no carguemos nuestra ignorancia, incompetencia o falta de sensibilidad sobre una población, la siria, que ha sufrido y sufre mucho.
“Así lo que empieza es una guerra en clave internacional”
Sí. Pero no.
Sí porque supondría la participación directa de ejércitos de otros estados. No, sin embargo, porque de hecho de implicación regional e internacional en la guerra ya había. Irán y Hezbolá (implicando, aunque sea en parte, al Líbano) han estado ayudando al régimen con logística, entrenamiento y combatientes. Rusia y China le han facilitado armas y apoyo diplomático. Por el otro lado, Turquía ha acogido la base de operaciones de algunas fuerzas opositoras armadas y Arabia Saudita y Catar han entregado armas a sus grupos de confianza respectivos. También varios países occidentales han aprobado, y algunos ejecutado, envíos de armas, además de brindar entrenamiento a algunas de las fuerzas sirias rebeldes. Además de algunas amenazas, Israel atacó puntualmente Siria esta primavera.
De ingerencia, por tanto, hace tiempo que hay. Ahora, tomará un camino más explícito y visible.
“¿Quién tiene razón? ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos?”
En los cuentos hay ‘buenos’ y ‘malos’. En la vida real, no. Ahora bien, que no haya malos malignos y buenos celestiales, no quiere decir que no se puedan determinar responsabilidades. Que es lo que, al fin y al cabo, es relevante desde un punto de vista del análisis político.
El régimen actual de Bashar al-Asad es la continuación de un régimen iniciado por su padre a través de un golpe de estado en 1970. Sí, la historia de Siria -y de otros muchos países- está llena de ingerencias militares en la vida política. Obviamente, en más de 40 años de régimen de la familia al-Asad, se han hecho muchas cosas. Algunas interesantes, otras vulgares y otras despreciables. Entre estas últimas, y similarmente a muchos regímenes dictatoriales, está la violencia desatada contra la disidencia o, sencillamente, discrepancia, de personas, grupos, confesiones y partidos. De matanzas, torturas, asesinados, etc. el régimen de los al-Asad tiene un largo y tétrico historial. En los dos últimos años y, con objeto de parar la indignación ciudadana en la calle, la represión ha sido especialmente intensa y brutal.
Durante 2011, en el marco de la ‘primavera árabe’, una parte de la sociedad siria salió a la calle para reclamar un cambio. Las fuerzas opositoras se manifestaron de forma civil y pacífica. Pero ante la fortaleza del régimen y la sensación de que la comunidad internacional no reaccionaba, fue calando la convicción de que les hacía falta una vía armada -una conclusión, a mi modo de ver errónea, pero a la que llegan muchos grupos de oposición en casos similares (¿cuánta violencia acaba provocando la inacción y la desatención de los problemas?). En la medida que el brazo armado de la revuelta tomó protagonismo, la reacción del régimen fue aún más brutal. Y, en medio del marasmo de actores, los vacíos de poder y la lógica de la violencia, también se introdujeron grupos vinculados a Al Qaeda, sin interés específico en la situación siria, pero con ganas de aprovechar el caos para hacer avanzar sus posiciones. En fin, ahora ‘disponemos’ de una inmensa variedad de actores armados en el escenario sirio. Y, cuanto más tiempo pasa, más brutalidad ejercen unos y otros.
Pero, por ser el Gobierno, por la represión histórica y actual, por negarse al diálogo, etc. es más que evidente e innegable la responsabilidad principal del régimen en la situación actual.
“¿Qué tiene que ver el islamismo en todo esto?”
Hace poco celebrábamos 50 años del mítico discurso de Martin Luther King, un activista por los derechos civiles y, además, clérigo de la Iglesia Bautista. Pues bien, entre los grupos más extremistas y racistas contra la población negra, había gente creyente y también clérigos en activo. Sí, ser cristiano tendría que significar mucho. Pero, en la práctica, tanto en el antiracismo más ilustrado como en el racismo más primitivo ha habido quien ha justificado lo que hacían con la fe cristiana.
No sé porque cuando hablamos de los ‘musulmanes’ no lo tenemos presente: ¡también hay una increíble diversidad dentro del islam!
Hay quién, de forma simplista, ha dicho: si cae al-Asad ganarán los integristas. Bien, efectivamente, Arabia Saudita -uno de los países más integristas- está apoyando a los grupos opositores de matriz salafista. Además, están los grupos vinculados a Al Qaeda. Pero Irán, otro peso pesado del integrismo, en este caso chiita, apoya al régimen. Vaya, de integrismo, aunque sea de ramas diferentes dentro del islam, encontramos en los dos bandos. Y si entramos en los juegos de los diversos países del mundo árabe y musulmán y de los movimientos organizados dentro del islam político sobre el tema sirio, vemos que -como tantas otras veces en tantos otros sitios- además de filiaciones y lógicas coherentes, también pesa una lógica de poder.
“¡Ya tenemos una nueva guerra imperialista!”
El imperialismo, la actuación por la cual unos Estados quieren controlar el devenir de otros para su propio provecho (político, económico, geoestratégico, etc.), existe y ha sido ampliamente practicado, entre otros, por algunos de los gobiernos que podrían iniciar el ataque sobre Siria (y por cierto, también por algunos de los que apoyan el régimen).
Ahora bien, llevamos más de 2 años así. En fin, una voluntad ‘imperialista’ se hubiera esforzado a hacer algo un poco antes… En todo caso, toda persona leída sabe que Obama tenía escaso interés en entrar en este conflicto. Si lo acaba haciendo es más porque se ve forzado a hacer algo que no porque tenga un interés real. No entiendo que casi nadie destaque que, cuando Obama dijo aquello de las armas químicas como línea roja, más que una amenaza al régimen le estaba dando carta blanca: ‘haz lo que quieras mientras no te pases‘. Y, ahora, es prisionero de sus palabras. De hecho, durante estos dos años Obama siempre se manifestó muy escéptico y distante cuándo otros estados reclamaban una acción militar o pedían armar a la oposición.
¿Que cada país tiene su criterio y preferencias sobre cómo querría que fuera el gobierno de Siria? Sí. Dependiendo de quien haya, algunas cosas serán de una manera u otra, está claro. Y, obviamente, Estados Unidos tiene sus intereses en la zona, sus aliados preferenciales y sus querencias sobre quién prefiere en el poder en cada país. Pero, cuidado de repetir clichés sin analizar la realidad concreta: son muchos los analistas en Estados Unidos que sufren por lo que puede venir después de echar al-Asad. La experiencia egipcia y libia, sin ir más lejos, da mucho miedo a los gestores del establishment. En cuanto a la intervención militar, Estados Unidos ha recibido más presión exterior (de Arabia Saudí, Catar, Turquía o Israel) que no interior o de países occidentales.
En cualquier caso, y si alguien se quiere poner a señalar influencias externas, que no se deje a nadie. Rusia tiene mucha responsabilidad en la situación actual. En todos los foros internacionales siempre ha evitado la crítica a Siria y, así, le ha salvado de muchas condenas. Al-Asad ha actuado cómo ha actuado sabiendo que disponía del paraguas ruso, no un país insignificante ni pequeño, sino una potencia con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. ¿Cómo hubieran ido las cosas si Siria hubiera tenido claro que no tenía ningún apoyo significativo?
“¿Servirá la intervención militar? ¿Será útil?”
Una guerra siempre es un fracaso. Y un desastre. Poner más gasolina al fuego es añadir más posibilidades de desastre. Más posibilidades de implicar a más actores. De extender la mecha. Cosa que, en el caso de Siria, y en su contexto, no es nada despreciable. De intervenciones quirúrgicas que lo solucionan todo rápidamente y que no provocan daños colaterales, sólo sabemos por las películas. En la realidad, suelen añadir más muertos y dolor, incluso entre los que ‘pretendes’ proteger.
Diseñar un ataque, iniciar una acción militar y ejecutar unos bombardeos para defender una población que está sufriendo bombardeos y ataques, no acaba de parecer ni demasiado sólido ni demasiado coherente. No, las guerras nunca son humanitarias.
Después, claro, está el tema de la credibilidad. Para muchos, parece un tema moral menor. Pero en momentos críticos como estos, es cuando se ve su importancia: algunos de los principales exportadores de armas, algunos de los estados que más acciones armadas innecesarias han cometido, que más dictadores han ayudado a mantener o, directamente, a instaurar (cargándose gobiernos democráticos), ¿pueden pedir que el mundo les crea cuándo quieren hacer una ‘guerra humanitaria’? En política, y en la vida, tener un poco de credibilidad y coherencia es necesario para obtener un aval.
En cualquier caso, quién desee una intervención militar para poner fin al horror en Siria debería no llevarse a engaño: Obama y Hollande han dicho por activa y por pasiva que quieren dar un toque de atención al régimen (por el uso de armas químicas) no deponerlo.
“¿Había, hay, una salida diplomática?”
Evidentemente. Siempre la hay. De conferencias internacionales, espacios de negociación, exploraciones para buscar soluciones al conflicto, etc. ha habido poca cosa y ejecutada con poca convicción. Comparado con el esfuerzo que se ha hecho, a ambos lados, para facilitar y engordar el conflicto con más armas, es bien poco. Algunos países importantes no han tenido mucha voluntad de resolverlo, pero esto no hace buena ni inevitable la intervención militar: esto hace evidente la carencia absoluta de responsabilidad de buena parte de los Estados.
Efectivamente. Cuanto más se tarda en actuar, más difícil se hace todo y más desesperación hay. Es lo que nos pasa ahora con Siria. Lo que ha pasado hace poco con Malí. Lo que pasó con Libia. Y con Irak. Y en Afganistán. Y en los Balcanes, etc. Sinceramente, no es serio hacerlo sistemáticamente todo mal y, después, decir que lo único que podemos hacer es bombardear.
Todos los países implicados en el conflicto deberían comprometerse activamente a:
a) Dejar de alimentar la guerra (dejando de entrenar, armar y facilitar)
b) Dejar de fomentar la entrada de actores armados externos que dificultan la negociación interna
c) Forzar al régimen a asumir la salida de al-Asad, aceptar un gobierno de transición y la convocatoria de elecciones
d) Presionar a los varios grupos opositores a asumir un pacto como éste que quizás no sería todo lo que desean pero sería lo más viable
“Pero, en el fondo, ¿podemos evitar las guerras?”
Las guerras pueden evitarse si se toman las decisiones y se crean las estructuras adecuadas. Dicho de otro modo: no sabemos si la humanidad es capaz de ahorrarse las guerras, pero es muy evidente que con las políticas que se hacen facilitamos enormemente su existencia.
Si queremos la paz, ¿tiene lógica que el gasto militar mundial sea de 1,75 billones de dólares? ¿Hace falta recordar que, hasta hace 4 meses, no se había aprobado el primer tratado que regula mundialmente el comercio de las armas y que todavía tiene que entrar en vigor? ¿Somos conscientes de que el desarrollo de los sistemas de protección de los derechos humanos y de garantías jurídicas internacionales es aún muy incipiente? ¿Acaso ignoramos que la injusticia y la desigualdad económicas son realidades que definen nuestro mundo? ¿Sabemos que dejamos pudrir buena parte de los conflictos hasta que nos estallan en la cara? ¿Hemos olvidado que, hasta hace cuatro días, muchos gobiernos democráticos apoyaban explícitamente a dictaduras tiránicas? ¿Tenemos presente que muchos Estados, centros de análisis, ámbitos de docencia, gabinetes y asesores destierran los valores en la política exterior y alaban el ‘realismo’ (que quiere decir, ‘justificamos las barbaridades que haga falta para defender nuestros intereses’)?
En fin, tenemos un mundo hecho un desastre. Pero si hay voluntad ciudadana y política para que sea diferente, las cosas pueden ser diferentes. Eso sí: hace falta voluntad política. Y hace falta reacción ciudadana, imprescindible, para que acabe habiendo voluntad política de situar la paz, los derechos humanos y la justicia en el centro de la acción política y no como elemento ornamental decorativo.