Pels drets de les dones, a l’Iran i arreu

6 10 2023

Està bé premiar a institucions prestigioses i a personatges públics que han fet alguna tasca rellevant i positiva en algun conflicte o en l’escena internacional. Però quan realment el Premi Nobel de la Pau té tot el seu sentit, i projecta la seva força, és quan es fixa en activistes de base, que lluiten en la defensa dels drets humans, la justícia i la pau i, al damunt, pateixen la repressió per fer-ho.

És una manera de recordar-los, d’evitar que acabin en l’oblit, d’acompanyar-los en el seu patiment, de solidaritzar-nos amb la seva injustícia i de projectar i reivindicar la seva lluita.

És el cas d’enguany.

El Premi Nobel de la Pau 2023 ha anat a parar a Narges Mohammadi, una activista iraniana pels drets humans, que ha defensat moltes dones de la discriminació i la repressió i que, per fer-ho, ha patit presó.

Un Premi que recorda, i recull, totes les mobilitzacions de dones que hi ha hagut a l’Iran des de setembre de 2022, quan la policia va matar a Mahsa Amini.

Un Premi que reconeix l’activisme de base, reivindica les dones i denuncia la repressió i el masclisme, a l’Iran però també a arreu del món.

Un bon premi!





Bombas de racimo y derecho internacional humanitario

13 07 2023

(Article publicat a La Vanguardia el 10/07/2023)

Hay noticias alarmantes. Y hay noticias más alarmantes aún porque no generan alarma. Es lo que ha pasado ante el anuncio de que Estados Unidos enviará, en el nuevo paquete de armas a Ucrania, bombas de racimo. Ni Europa ni la OTAN han criticado la decisión pese a que atenta contra el derecho internacional humanitario.

¿Qué son y qué significan las bombas de racimo? ¿Por qué es relevante hablar de ellas?

Cualquier arma, usada en un contexto de guerra, tiene graves impactos –muchos de ellos no previstos inicialmente– en términos de vidas humanas. Pero hay armas que, por sus características y tipología, provocan de forma especial impactos indiscriminados en la población civil. No es porque sí que, desde 1980, existe la Convención sobre Prohibiciones o Restricciones de Ciertas Armas Convencionales que puedan considerarse excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados (CCW), un anexo de los históricos Convenios de Ginebra, que entre otras armas incluye las minas antipersona o las bombas de racimo.

Las bombas de racimo son bombas que contienen muchas pequeñas bombas. Cuando se lanzan, liberan decenas o centenares de cargas explosivas afectando de forma genérica, e indiscriminada, una gran superficie. Además, una parte significativa de estas municiones no explotan y, como pasaba con las minas, permanecen dormidas pudiendo explotar años más tarde, aunque el conflicto haya finalizado. Por ello, ya sabemos con certeza algo sobre esas bombas racimo que van a enviarse a Ucrania: provocarán muerte y daño cuando se usen y provocarán muerte y daño en el futuro. También sobre la población civil de Ucrania.

Por ello, las declaraciones exculpatorias, sin ir más lejos las del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en el sentido de que esas bombas van a ser usadas como defensa y no como ataque, muestran un grave desconocimiento de qué son las bombas de racimo y cuáles son sus consecuencias.

Conscientes de su legado de muerte y destrucción, precisamente este 2023 hará veinte años, se impulsó la Campaña por la abolición de las bombas racimo (la Cluster Munition Coalition). Y, fruto de ese trabajo de la sociedad civil internacional, y del impulso inicial de las Naciones Unidas, en el 2008 se adoptaba la Convención sobre Municiones en Racimo, que entró en vigor en el 2010 y actualmente cuenta con la firma de 123 estados.

Aunque hay potencias y países productores que se han negado a integrarse en ella, la Convención es ley internacional, referente del desarme en clave humanitaria, y ha conseguido una considerable disminución del uso de bombas de racimo y de su impacto en vidas humanas.

Desde los organismos internacionales y los países europeos, se ha criticado, con toda la razón, el ataque de Rusia sobre Ucrania y sus constantes vulneraciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario, entre ellas, precisamente, también por el uso de bombas de racimo. No resulta nada coherente haberlo criticado y, ahora, facilitar que sean usadas.

Incluso para quienes aprueban el envío de armas debería haber líneas rojas: el uso –y la relegitimación– de un arma especialmente cruel y que el derecho internacional humanitario prohíbe.

En este sentido, el silencio de los países europeos es francamente escandaloso. Especialmente porque según el artículo 21 de la Convención, de la que son firmantes, “cada Estado Parte (…) hará todos los esfuerzos posibles por desalentar a los Estados no Parte de la presente Convención de utilizar municiones en racimo”.





Un mundo sin refugio

3 07 2023

(Article publicat a La Vanguardia, 30/06/2023)

“Los refugiados se han visto privados de sus hogares, pero no deben verse privados de su futuro”. Alarmado por el incesante crecimiento del número de personas que huían de sus casas para proteger sus vidas, el entonces secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, pedía a la comunidad internacional compromiso y acción en el Día Mundial del Refugiado de 2010.

Ese año, la cifra de refugiados y desplazados ascendió hasta 43,7 millones de personas. Diez años más tarde, se había duplicado: 82,4 millones. ACNUR acaba de actualizar los datos en su último informe, correspondiente a finales de 2022. Y es una cifra aterradora: 108,4 millones.

Sí, llevamos tiempo pulverizando récords, año tras año, de quienes huyen de la violencia, la guerra y las violaciones de derechos humanos. Y la comunidad internacional sigue sin reaccionar, sin comprometerse, sin solidarizarse.

Fijémonos, con más detenimiento, de que estamos hablando. Si agrupáramos todos los refugiados y desplazados y los pusiéramos por orden en la lista de los casi 200 estados del mundo, “el país de los refugiados” sería el 14º más poblado del mundo.

Más allá de esa inmensa cifra y de esa grave tendencia, hay datos que pasan más desapercibidos y que, si se observaran, deberían generar una enorme preocupación. Casi la mitad de las personas desplazadas y refugiadas, corresponden a menores. ¿Somos conscientes de que estamos hipotecando gravemente el futuro de muchas niñas y niños? Menores que, en vez de compartir, educarse, aprender y disfrutar, sobreviven -los más afortunados- en campos de refugiados en una espera incierta y sin perspectiva, asumiendo y comprobando en su propia piel que al mundo le resulta indiferente su (no)futuro.

El último naufragio ante las costas griegas nos muestra, con mucha crudeza, el menosprecio por la vida humana que, pese a declaraciones y retórica, tenemos en Europa. Centenares de personas se ahogaron ante -como mínimo- la pasividad e indiferencia de la Guarda costera griega y de Frontex, la Agencia Europa de la Guardia de Fronteras y Costas. Y no constituye escándalo. Pero no es un caso aislado: según el recuento de Missing Migrant Projects, son más de 27.000 las personas migrantes que han desaparecido en el Mediterráneo desde 2014. Más de 56.000 en todo el mundo. Personas que desaparecen y mueren, simplemente, porque no las queremos aquí y entre nosotros. Pese a lo que dispone la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los protocolos que la implementan o la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. Normas que son de obligado cumplimiento para los Estados.

Sin duda, constituye un macabro circuito: pese a la impresión que pueda dar la implicación de Europa en la guerra de Ucrania, lo cierto es que restamos impasibles ante conflictos sangrantes y lacerantes, cuando no los alimentamos directamente con nuestras armas y con nuestros pactos de connivencia con dictadores y criminales de guerra. Luego, cuando huyen de la violencia para sobrevivir, les cerramos las puertas. Finalmente, cuando naufragan en el Mediterráneo, nos negamos a rescatarles. Para cuadrar el círculo de perversión total de valores, en los últimos años, nos hemos permitido el lujo de perseguir a las organizaciones y activistas que intentan salvar esas vidas que se pierden en el mar. ¡Perseguir a quien salva vidas humanas! A eso hemos llegado. Nuestra indiferencia y nuestra falta de compromiso con las personas refugiadas y desplazadas constituye un severo indicador de nuestra falta de humanidad. Por las personas refugiadas y por nuestro propio interés, deberíamos reaccionar.





¿Más gasto militar o más seguridad global?

10 10 2022

(artículo publicado en Eldiario.es el 6 de octubre de 2022: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/gasto-militar-seguridad-global_129_9602766.html)

Pues sí, parece que esta vez va en serio.

Desde que la OTAN alumbrara, en 2014, el reto de que sus miembros incrementaran el gasto militar hasta el 2% del PIB, el Gobierno había expresado varias veces su acuerdo pero sin fechas ni prisas. En foros más técnicos, de hecho, lo había descartado. En 2019, en un seminario, la ministra de Defensa, Margarita Robles, aseguraba contundentemente: “Hemos de ser muy sinceros. España no va a llegar nunca al 2%”. A principios de este marzo, en la Comisión de Defensa del Congreso, Robles se reafirmaba en ello. 

Pero al cabo de poco, en entrevistas y comparecencias, el presidente Pedro Sánchez recuperaba la idea de alcanzar dicho objetivo y, antes de la cumbre de la OTAN, se comprometió a duplicar el gasto militar en una década militar hasta cumplir con el 2%.

Sin duda, el ataque a Ucrania ha cambiado el escenario. Alemania y otros países han expresado su voluntad de incrementar el gasto militar y, así, ese objetivo del 2% (que solo cumplían 8 países de la OTAN) parece, ahora sí, una obligación por parte de los Estados. 

La tendencia es clara: el mundo se rearma y se dispara el gasto militar. Y España va a participar en ello.

Muchos analistas han alabado las rápidas y firmes decisiones en Defensa que los países de la UE han hecho ante el ataque de Putin en Ucrania. Sin embargo, que haya celeridad en la toma de decisiones no indica nada sobre la calidad, necesidad o positividad de esas decisiones.

Y si se trata de proveer mayor seguridad global en este mundo que, se supone, es de lo que se trata cuando se defiende el incremento del gasto militar, aparecen muchas dudas y críticas.

Para empezar, nadie discute la lógica del 2%. Se propuso, se ha ido consolidando y ahora parece inexcusable. Pero, ¿en base a qué, el 2% es la cifra adecuada y no otra? 

Más en profundidad: cuando salimos de una pandemia que ha matado a más de seis millones de personas en todo el mundo; cuando la emergencia climática llama a nuestras puertas, cuando deberíamos poner todo nuestro ingenio y esfuerzo en defender la vida humana, resulta que apostamos, más que nunca, por engrosar el belicismo. ¿Es esa, realmente, la prioridad?

Millones de personas mueren de hambre cada año. Decenas de miles mueren en nuestros mares porque -pese a huir del horror- no les dejamos entrar. ¿Asistimos, impávidos y resignados, a todas esas pérdidas humanas pero en cambio, debemos incrementar el gasto militar global “por nuestra seguridad”? ¿Qué seguridad? ¿Cuál es esa defensa que no nos defiende ante las principales amenazas que socavan millones de vida en el mundo?

Y si, en clave militar, consideramos que estamos indefensos ante imperialistas y criminales de guerra ¿por qué no impulsamos los instrumentos jurídicos globales de defensa de los derechos humanos y los convertimos en ejes efectivos de disuasión, en vez de boicotearlos? ¿Por qué no reforzamos los organismos de gobernanza mundial en vez de menospreciarlos y ningunearlos?

Si nos preocupa el peligro de una guerra nuclear, ¿por qué no trabajamos en serio por el desarme? ¿Por qué, desoyendo a Naciones Unidas, la OMS, la Cruz Roja, etc. las potencias se niegan a eliminar sus arsenales? ¿Por qué la OTAN no apoya el nuevo Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) en vez de boicotearlo a fondo? ¿Por qué España ni tan siquiera participó como observador en la Conferencia de Viena del TPAN en junio?

Si queremos trabajar para conseguir un mundo más seguro podemos ¡debemos! hacer muchas cosas. Pero aumentar el gasto militar es la menos necesaria y urgente.

Y, finalmente: todo este incremento del gasto militar no se produce, como se pretende hacer suponer, después de un ciclo de bajadas y recortes. En absoluto. Llevamos casi dos décadas de subidas del gasto militar mundial. En concreto, en 2021, hemos superado los 2 billones de dólares, la cifra más alta registrada desde 1988. 

¿Tenemos que incrementar, aún más, el gasto militar? ¿De verdad?

A lo mejor, si después de años de aumentar el gasto militar hemos duplicado el número de guerras y el número de muertes en dichas guerras, tenemos la cifra más alta nunca registrada de población refugiada y desplazada, se han reforzado las lógicas de bloques, etc. quizá en vez de insistir en más gasto militar y más militarismo, es hora de construir otras políticas y estructuras de seguridad, mucho más humanas, sólidas y efectivas.





“La maquinària bèl·lica ens serveix per a tenir seguretat de les persones? O serveix a lògiques imperials?”

18 03 2022

Enllaç a l’entrevista d’Andreu Barnils per a VilaWeb:

https://www.vilaweb.cat/noticies/jordi-armadans-agressio-militarment-no-opcio-alimenta-monstre/





“No podemos aspirar a un mundo en paz si no hacemos políticas de paz”

6 03 2022

Enlace a la entrevista realizada por Marc Font para Público:

https://www.publico.es/entrevistas/entrevista-director-fundipau-jordi-armadans-no-aspirar-mundo-paz-no-politicas-paz.html





Atac a Ucraïna: crisi, mirades i futurs en clau de pau

3 03 2022

(Article publicat a Crític el 2 de març de 2022: https://www.elcritic.cat/opinio/jordi-armadans/atac-a-ucraina-crisi-mirades-i-futurs-en-clau-de-pau-120395)

En només sis dies des de l’inici de l’atac rus a Ucraïna, el balanç és brutal: centenars de persones mortes, milers de ferides, 660.000 refugiades fora del país, un milió de desplaçades internes, milions atemorides. Les Nacions Unides calculen que, si continua l’ofensiva, 12 milions de persones necessitaran ajut i assistència humanitària. Són dades que no hem d’oblidar. Perquè, contra el que volen fer-nos creure els que juguen a ser estrategs, una guerra és això: persones que queden esclafades per l’horror i persones que en fugen. Una barbaritat estúpida i criminal que no hauríem de poder-nos permetre mai més.

El que hem vist aquests dies és repugnant (m’anima, sí, la ciutadania russa que fa el més digne i útil: dir no a la guerra que es fa en el seu nom i patir detencions segures per fer-ho). Però també em preocupen algunes reaccions i interpretacions d’aquests fets. I, sobre el primer, hi podem fer coses; però, sobre això darrer, hi podem fer molt més. En aquest article apuntem vuit idees entorn de les reaccions i interpretacions que s’estan fent sobre la guerra.

És moment de missatges clars, honestos i entenedors

No m’hi he referit gaire aquests dies perquè és un fenomen que passa menys a Catalunya que en altres llocs. Però també passa. Veure gent i col·lectius capaços, arran d’Ucraïna, de fer declaracions i comunicats llarguíssims on denuncien mil i un problemes del món, però no són capaços d’esmentar el factor determinant, la decisió del Govern rus d’iniciar un atac militar a gran escala, seria per riure si no fos que parlem de vides humanes pel mig. No sabria com dir-ho: però, si algú té problemes per veure que Putin milita –activament i descarada– en l’autoritarisme, el militarisme, la repressió i la vulneració de drets humans més fonamentals, és que té molts problemes.

Cal mostrar la realitat amb tota la seva complexitat

Missatges clars i entenedors no vol dir que siguin simplistes: al contrari, ser clar és mostrar la realitat amb tota la seva complexitat. És bo veure tanta gent preocupada per Ucraïna. Però en moltes de les reaccions d’aquests dies s’hi nota que cal ampliar el zoom. Reaccionar emotivament, sense tenir en compte el context i els precedents, no augura bones respostes. Que ara Ucraïna sigui atacada no vol dir que el Govern ucraïnès no tingui responsabilitats en el conflicte, previ, al Donbass, on s’han produït milers de morts, ferits i desplaçats. O que Putin sigui un imperialista no vol dir que els països de l’OTAN no hagin aplicat una política d’encerclament a Rússia que, en cap cas, no haurien acceptat que ella o la Xina els apliqués a ells. Una OTAN, per cert, en profunda i greu crisi que, ironies de la vida, es veu reviscolada pel seu gran enemic.

No cal ser ‘hooligan’ d’un bàndol i defensar-lo acríticament

D’altra banda, parlant d’aquest conflicte i dels conflictes en general, caldria no oblidar que un conflicte no és un partit de futbol. En molts casos, com el que ens ocupa, hi ha agressors i agredits. Però en tot conflicte hi ha, a banda i banda, un cúmul de raons polítiques, pòsits històrics, percepcions de seguretat, prejudicis, interessos, necessitats, visions i ambicions. No cal, per tant, com si fóssim hooligans, haver de triar bàndol i defensar-lo acríticament. Hem de rebutjar els atacs, els bombardejos i les agressions i estar, sempre, amb totes les víctimes. Però cal analitzar, en cada moment, les accions dels diversos actors i les seves conseqüències. Sí, és feina. Però no fer-ho no serveix de res. I, sens dubte, no cal prendre posició a partir de la traducció del partit de futbol llunyà a la política local. Fer això, a més de faltar al respecte a les víctimes, ens impedirà veure i entendre la realitat.

Es presta molta atenció a Ucraïna i no a altres conflictes? Sí i no

La crisi a Ucraïna ocupa molta atenció mediàtica i política. Així, molta gent que habitualment no parla de conflictes ara hi està enganxada. I molts dels que ho fan habitualment es queixen que es presta molta atenció a aquest conflicte i no als altres. Sí i no. Vejam: he estat en reunions sobre Síria (un dels conflictes més brutals de les darreres dècades) en les quals érem, literalment, quatre. Vaja, sé perfectament que hi ha conflictes invisibles que no interessen ni a governs, ni a mitjans, ni a vips (ni, per cert, a moviments socials i ONG). Però la crisi actual, a més de ser una experiència molt propera per a tot europeu (i això és lògic que afecti), és greu. Havíem vist potències envaint països amb mentides tot ignorant les Nacions Unides i el dret internacional. Però fer-ho fins i tot insinuant l’ús d’armes nuclears, no.

Veurem hipocresia, i també gent que reacciona de bona fe per primer cop

És clar, que la guerra sigui mediàtica vol dir que veiem –veurem– molta hipocresia i doble moral. Governs, empreses i famosos que en molts altres conflictes callen (perquè no se senten obligats a dir res o perquè, senzillament, ni en saben l’existència) ara parlen perquè toca. I hem vist dirigents europeus anunciant l’obertura de fronteres per als refugiats ucraïnesos quan es van tancar amb pany i forrellat (i porres, tanques metàl·liques, gasos lacrimògens, etc.) als refugiats sirians o afganesos.

Cal denunciar la doble moral de polítics, de governs, d’empreses i de mitjans

En aquest cas, a més de doble moral, hem sentit discursos públics tan brutalment plens de racisme, d’islamofòbia i de menyspreu que impressiona. O presidents alarmats per l’atac a Ucraïna quan ells han liderat molts altres atacs a altres llocs. O presidents fent declaracions afectades mentre practiquen un actiu comerç d’armes en zones en conflicte. O empreses impulsores del sistema econòmic depredador que patim fent gestos contra la guerra. O estrelles populars exclamar-se per Ucraïna quan no han tingut problemes a anar a esdeveniments per rentar la cara a règims criminals.

Cal denunciar, a fons, la doble moral de polítics, de governs, d’empreses i de mitjans de comunicació. Però, també és cert, no caiguem en l’error de moralitzar la gent que, pel que sigui, reacciona per primera vegada. És una mica sobrer veure gent conscienciada criticar una persona suposadament menys polititzada perquè es manifesta per una guerra quan no ho va fer per les guerres anteriors. Altrament, en lloc d’estimular que aquesta persona passi d’una preocupació puntual a un compromís de fons global, semblaria que s’està dient si fa no fa que els conscienciats són un grup selecte amb dret d’admissió.

Hem de recordar que el món no era una bassa d’oli fins que ha arribat Putin

Això sí, davant la gent que per primera vegada s’esgarrifa pel que passa a Ucraïna caldria recordar una cosa: aquest món no era una bassa d’oli fins que ha arribat Putin. Al contrari, aquest món estava i està infestat d’injustícies, de dèficits, de misèries, de contradiccions, de forats, de llacunes i d’esquerdes que personatges com Putin aprofiten. I que, si de veritat volem evitar aquestes situacions, cal centrar-nos a tapar aquells forats i esquerdes, fonamentar sòlidament les estructures i condicions de justícia, drets, llibertat, democràcia i pau. I això vol dir accions polítiques que no s’estan fent. I que caldria prioritzar seriosament.

“I ara, què dieu els pacifistes?”

Deixo una reacció clàssica –entranyable– per al final: “I ara, què dieu els pacifistes?”. Hi ha una part, molt petita, de persones que, quan fan aquesta pregunta, ho fan amb un to de retret, clarament acusatori. Sembla que estiguin pendents de l’inici d’una guerra per arrencar a córrer. No córrer a auxiliar les víctimes, no córrer a denunciar les agressions, no córrer a cercar alternatives, sinó córrer a menysprear els pacifistes. Cap problema, tot i que diria que hi ha passatemps personalment més interessants i socialment més útils.

En tot cas, la majoria de la gent que fa aquesta pregunta és des de l’honestedat: se senten perduts (una mica com tots) i demanen solucions, això sí, potser massa immediates quan, abans, no s’hi ha prestat prou atenció o no s’ha fet res per evitar-ho. La veritat és que els pacifistes diuen moltes coses. En guerres mediàtiques, però, també, el 99% del temps i les situacions restants en què ni són gaire escoltats ni interessen gaire (compte: ja no el que proposen els pacifistes, que mira, sinó sobre els temes dels quals alerten, que això és més greu).

Segur que els pacifistes s’equivoquen en moltes coses; però, si se’n fes més cas, potser tindríem més capacitats per gestionar i prevenir conflictes

Segurament els pacifistes s’equivoquen en moltes coses. També és veritat; no tots els pacifistes diuen i pensen el mateix. Però en general, si se’n fes més cas, potser tindríem menys armes i més capacitats per gestionar i prevenir conflictes, i potser no es farien aliances amb dictadors i criminals de guerra. En canvi, s’enfortirien les estructures de justícia universal per no deixar forats a la impunitat. Potser en els acords comercials i polítics es tindrien en compte clàusules de drets humans i no es deixaria a la intempèrie qui lluita per canviar les coses. Potser, en lloc d’inflar la despesa militar, es dedicarien més recursos a l’emergència climàtica i a preservar la dignitat de milions de persones. Potser, en lloc de fomentar un irresponsable comerç d’armes, tindríem més cura de protegir els drets humans. Potser, en lloc de promoure l’extensió d’aliances militars caduques i polaritzadores, tindríem una estructura de seguretat compartida, humana i sostenible més sòlida. I un llarg etcètera.

I potser amb tot això, hi hauria menys probabilitats que líders imperialistes i militaristes tinguessin l’oportunitat, la capacitat i la força de dur a terme les seves obsessions ridícules.

Incidir en el futur en clau de pau

En tot cas, acabi com acabi la guerra, una cosa (crec) sembla clara: aquesta crisi tindrà conseqüències profundes per a Ucraïna, Rússia, Europa i tota la resta. I condicionarà les visions del món, els discursos i les orientacions sobre seguretat i les prioritats polítiques dels anys vinents. I caldria que, en lloc de repetir errors i aprofundir en els desastres, aquests condicionants fossin en clau de millora, de transformació i de prevenció. Aquesta hauria de ser, amb molta humilitat, però també amb tota l’ambició, intel·ligència i perspectiva de què siguem capaços, la voluntat de les persones compromeses amb la pau, la justícia global i els drets humans.





Afganistan: el fracàs de 40 anys de guerra

15 08 2021

Tristíssim el present, i el futur immediat, a l’Afganistan amb l’ascens definitiu al poder dels talibans. Però no podem oblidar les diverses responsabilitats. Ni deixar de dir que alguns laments i plors d’ara són absolutament hipòcrites i interessats.

Responsabilitat de l’antiga URSS i els Estats Units que van dirimir la seva confrontació durant la Guerra Freda, en tercers territoris, com l’Afganistan, amb la invasió del país per part dels primers i amb el suport (diners i armes) a grups rebels entre els quals alguns dels que acabarien formant els talibans, per part dels segons.

Responsabilitat, entre d’altres, del Pakistan, l’Aràbia Saudita i l’Iran que han fet i desfet, en funció dels seus interessos, donant suport a uns o altres actors de la guerra, fent la vista grossa a tota mena d’atrocitats, crims i matances patides per la població civil.

Responsabilitat de tots els senyors de la guerra a l’Afganistan que, folls de sectarisme i amb l’única finalitat de mantenir els seus privilegis i poder local, han dut el país a una guerra sense fi, convertint en ostatges, víctimes i supervivents a la població que els patia.

Responsabilitat dels Estats Units que, després d’haver armat, inflat i impulsat el talibans sense preocupar-se per les conseqüències, van acabar ocupant el país el 2001 per fer-los la guerra, esgarrifats pel que havien acabat fent i promovent.

Responsabilitat de l’OTAN i les Nacions Unides que van barrejar una guerra i una ocupació amb la reconstrucció humanitària i civil del país i, així, van limitar greument l’efecte transformador i de canvi que aquesta darrera podia suposar.

Responsabilitat dels ‘realistes’ que porten dècades defenent tota mena de barbaritats a l’Afganistan a fi de ‘defensar els nostres interessos’. I, ara, ja no queda ni pràcticament país, ni futur, ni interessos.

I sí, el drama, és que la població civil, especialment com sempre les dones, porten dècades sobrevivint en un país exhaust i esparracat, patint tota mena de sofriments i vulneracions de drets humans davant l’absoluta complicitat o indiferència dels poders regionals i mundials.

Molta ràbia i molta tristesa per tanta ceguesa, per tanta irresponsabilitat, per tanta indiferència pel dolor aliè.

Posar la pau, els drets humans i el benestar de la població al centre no assegura, probablement, bons resultats. Però no fer-ho gens ens porta al carreró sense sortida, al present sense futur, que ara pateixen i patiran a l’Afganistan.

Tal vegada aprendre aquesta lliçó després de més de 40 anys d’irresponsabilitat col·lectiva sigui la primera i imprescindible compensació als centenars de milers d’afganeses i afganesos que ho han patit i perdut tot.





La fi de les armes nuclears, més a prop

21 01 2021

(Article publicat a la Directa 511, novembre 2020)

Solem dedicar tant de temps a la denúncia de guerres, d’injustícies i de vulneracions de drets humans que a vegades no ens queden forces per destacar i posar en valor una bona notícia. Un error. Perquè així acabarem pensant que no podem canviar res. I llavors, segur que no podrem. Així que, traient forces i temps d’on calgui, cal situar una bona notícia que ha passat molt desapercebuda en la majoria de mitjans de comunicació: després de la seva cinquantena ratificació, el Tractat sobre la Prohibició de les Armes Nuclears entrarà en vigor el 22 de gener de 2021.

Però anem a pams. Perquè potser hi ha qui no és gaire conscient del perill nuclear. Al món, malauradament, disposem d’un munt d’armes. De tota mena. I tot i que les armes que més maten són les curtes, les més perilloses són les de destrucció massiva. I, entre aquestes, destaquen les nuclears: l’arma més terrorífica que mai hem inventat. Només recordar Hiroshima i Nagasaki, ara que fa 75 anys van patir el llançament de les primeres bombes nuclears, ens hauria de situar en la seva brutalitat: destrucció de les dues ciutats i la mort de més de 200.000 persones.

Compte: malgrat la fi de la guerra freda, malgrat els acords de desarmament entre Rússia i els Estats Units durant els darrers trenta anys, les armes nuclears continuen existint. En tenim menys que fa quaranta o cinquanta anys, però són moltíssimes. En concret, 13.400. I la majoria dels països amb armament nuclear en lloc de treballar per reduir aquest arsenal estan modernitzant-lo. Només que una d’aquestes armes nuclears explotés –bé per la irresponsabilitat d’un líder nuclear, bé per un accident– ocasionaria una autèntica catàstrofe humanitària.

Tot govern responsable hauria de tenir, entre les seves primeríssimes prioritats, l’eliminació d’un perill tan brutal per a la seguretat de totes i tots com l’existència d’armes nuclears. I encara que el Tractat de No-Proliferació Nuclear (TNP) hi hauria d’haver ajudat des de 1968, les potències nuclears l’han usat com una eina per garantir-se el privilegi de ser, només elles, les que tenien armes nuclears, i han oblidat l’altre objectiu del TNP: desarmar-se.

Per això, des de la societat civil global –especialment amb la creació de la Campanya Internacional per a l’Abolició de les Armes Nuclears (ICAN) l’any 2007–, es va promoure una nova fita: un tractat que prohibís les armes nuclears. I ara hi som més a prop. Perquè un tractat internacional, fins que no aconsegueix un mínim de ratificacions per part dels estats signants, no entra en vigor. I mentre no entra en vigor, és una simple declaració d’intencions.

Però realment és una bona notícia si les potències nuclears no en formen part? Sí. Només cal veure què han fet durant aquests anys. Van procurar que el procés diplomàtic que va dur a l’aprovació del tractat el juliol del 2017 no arribés a bon port. Van pressionar diversos estats perquè no hi participessin i darrerament, veient l’impuls de les ratificacions, han volgut impedir-ho. Fins i tot hem vist, per part de la liquidada administració Trump, un fet insòlit (un altre): demanar als estats que l’havien ratificat que en sortissin! Si el tractat fos realment inofensiu, no haurien dedicat tants esforços a fer-lo fracassar.

Però la determinació de la ciutadania organitzada, l’impuls de les Nacions Unides i el suport d’alguns estats han fet que allò que fa deu anys semblava una utopia, i fa cinc molt difícil, ara sigui una realitat: un tractat que prohibeix les armes nuclears serà llei a partir del 2021. I ni les potències nuclears a qui tanta ràbia els fa podran evitar-ho.

Queda molt per fer. Fer créixer el tractat amb l’adhesió de molts més estats. Com per exemple l’Estat espanyol. Fa temps que ho intentem i algunes coses, abans impensables, s’han mogut i aconseguit: manifest de la comunitat científica, pronunciaments d’ajuntaments, resolucions del Parlament de Catalunya i, fins i tot, del Congrés.

Serà difícil perquè l’OTAN (ben poc preocupada per la seguretat real del món i molt ocupada defensant els interessos del poderós club nuclear) exigeix als seus membres que no signin el tractat. Però cada nova fita que s’aconsegueix fa més complicat posar-se d’esquena a la nova realitat: no és el mateix dir que no lideres la idea, que no participes d’un procés diplomàtic o que no vols ser dels primers a signar el tractat… a negar-se a fer-ho quan ja existeix. La història dels altres tractats de desarmament guanyats així ens ho demostra.

Segurament som lluny, encara, d’un món sense armes nuclears. Però mai, en 75 anys, ens hi havíem apropat tant.





Posar les persones al centre

4 11 2020

(Article publicat al dossier ‘El mundo en 2030’ de La Vanguardia amb motiu del 75è aniversari de les Nacions Unides)

Parlar sobre els 75 anys de l’Organització de les Nacions Unides (ONU), de l’Agenda 2030 i dels Objectius de Desenvolupament Sostenible (ODS) és parlar de tot. D’una banda, dels millors i més nobles objectius. De l’altra, de les amenaces, contradiccions i irresponsabilitats que travessen el nostre món i dificulten aconseguir aquests objectius.

I és recordar l’origen de tot plegat: un Segle XX ple d’atrocitats mai vistes abans. Dues guerres mundials devastadores, l’holocaust i les bombes nuclears d’Hiroshima i Nagasaki.

La societat civil, el món acadèmic i del pensament, governs i estats, van entendre que la deriva criminal de la primera meitat del Segle XX, acompanyat d’un desenvolupament tecnològic imparable, podia portar a cotes de destrucció quasi suïcides en clau humana i planetària.

D’aquí el naixement de l’ONU, un intent de governança global per a preservar la pau, i algunes de les seves importants fites: la Declaració Universal dels Drets Humans o els ODS.

Hem avançat? És cert que hem superat un escenari de guerra que era habitual, per exemple, per a molts europeus, i que s’ha desenvolupat tot un entramat de normes internacionals que vetllen pels drets humans. Però el balanç negatiu és esfereïdor: conflictes armats sagnants; rècord de persones refugiades i desplaçades; injustícies i desigualats abismals; un medi ambient agredit, contaminat i exhaust; ascens de models autoritaris i dels discursos d’odi; vulneracions radicals de drets i llibertats fonamentals…

Ha servit d’alguna cosa tot plegat? Una cosa és segura: sense l’ONU, el món encara seria més terrible. La solució no és menys Nacions Unides, sinó més i millors. Perquè per a fer front a les principals amenaces que ens assetgen calen respostes globals. Només una reforma profunda de l’ONU, en clau democràtica i de compromís amb la pau i els drets humans, ens permetrà d’avançar.

En tot cas, les limitacions, incapacitats i fracassos de l’ONU ens ha de fer dirigir la mirada cap als autèntics responsables: els estats.

I és que sovint veiem com objectius i propostes llançades des del sistema de l’ONU (que inclou programes, fons, instituts, oficines i grups de treball) són boicotejades pels mateixos estats membres.

L’ODS 16 cerca societats més pacifiques, justes i inclusives. La seva principal fita: reduir la violència. I això passa, entre altres coses, pel desarmament i la desmilitarització. I tot i que l’ONU ha liderat o acollit processos de control del comerç d’armes i de prohibició d’armes de destrucció massiva (nuclears, químiques i biològiques) o especialment cruels (mines i bombes de dispersió), diversos estats s’hi han oposat radicalment.

L’exemple més recent: mentre l’ONU ha acompanyat el nou Tractat de Prohibició de les Armes Nuclears (una de les principals amenaces a la vida humana i el planeta: tenim, encara!, 13.400 armes nuclears) les potències nuclears (totes elles membres permanents del Consell de Seguretat de l’ONU i, teòricament, les més responsables) l’han boicotejat activament.

Mentre els estats treballin en la línia contrària al que reclamen les Nacions Unides és impossible que els DDHH o els ODS arribin a bon port.

Calen polítiques serioses i responsables per part dels governs. Cal que les empreses transformin les seves pràctiques per fer-les coherents en clau social i ambiental. Cal que els mitjans de comunicació siguin promotors d’aquests canvis necessaris i no legitimadors de models fallits. I cal que la ciutadania es mogui per transformar consciències i estructures.

El secretari general de l’ONU reclamava, a l’inici de la pandèmia, un alto el foc per posar fi a les guerres i dirigir tots els esforços a superar una pandèmia que ja ha mort més de 1.100.000 de persones. Si davant d’una amenaça com aquesta no som capaços de reaccionar, promovent autèntica seguretat humana, quin sentit té tot plegat?

L’única via per fer possible els ideals fundacionals de l’ONU, els DDHH i els ODS és posar les persones al centre. Al centre de la política, de l’economia i de la seguretat. Només així tindrem un món just, sostenible i pacífic.