Bombas de racimo y derecho internacional humanitario

13 07 2023

(Article publicat a La Vanguardia el 10/07/2023)

Hay noticias alarmantes. Y hay noticias más alarmantes aún porque no generan alarma. Es lo que ha pasado ante el anuncio de que Estados Unidos enviará, en el nuevo paquete de armas a Ucrania, bombas de racimo. Ni Europa ni la OTAN han criticado la decisión pese a que atenta contra el derecho internacional humanitario.

¿Qué son y qué significan las bombas de racimo? ¿Por qué es relevante hablar de ellas?

Cualquier arma, usada en un contexto de guerra, tiene graves impactos –muchos de ellos no previstos inicialmente– en términos de vidas humanas. Pero hay armas que, por sus características y tipología, provocan de forma especial impactos indiscriminados en la población civil. No es porque sí que, desde 1980, existe la Convención sobre Prohibiciones o Restricciones de Ciertas Armas Convencionales que puedan considerarse excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados (CCW), un anexo de los históricos Convenios de Ginebra, que entre otras armas incluye las minas antipersona o las bombas de racimo.

Las bombas de racimo son bombas que contienen muchas pequeñas bombas. Cuando se lanzan, liberan decenas o centenares de cargas explosivas afectando de forma genérica, e indiscriminada, una gran superficie. Además, una parte significativa de estas municiones no explotan y, como pasaba con las minas, permanecen dormidas pudiendo explotar años más tarde, aunque el conflicto haya finalizado. Por ello, ya sabemos con certeza algo sobre esas bombas racimo que van a enviarse a Ucrania: provocarán muerte y daño cuando se usen y provocarán muerte y daño en el futuro. También sobre la población civil de Ucrania.

Por ello, las declaraciones exculpatorias, sin ir más lejos las del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en el sentido de que esas bombas van a ser usadas como defensa y no como ataque, muestran un grave desconocimiento de qué son las bombas de racimo y cuáles son sus consecuencias.

Conscientes de su legado de muerte y destrucción, precisamente este 2023 hará veinte años, se impulsó la Campaña por la abolición de las bombas racimo (la Cluster Munition Coalition). Y, fruto de ese trabajo de la sociedad civil internacional, y del impulso inicial de las Naciones Unidas, en el 2008 se adoptaba la Convención sobre Municiones en Racimo, que entró en vigor en el 2010 y actualmente cuenta con la firma de 123 estados.

Aunque hay potencias y países productores que se han negado a integrarse en ella, la Convención es ley internacional, referente del desarme en clave humanitaria, y ha conseguido una considerable disminución del uso de bombas de racimo y de su impacto en vidas humanas.

Desde los organismos internacionales y los países europeos, se ha criticado, con toda la razón, el ataque de Rusia sobre Ucrania y sus constantes vulneraciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario, entre ellas, precisamente, también por el uso de bombas de racimo. No resulta nada coherente haberlo criticado y, ahora, facilitar que sean usadas.

Incluso para quienes aprueban el envío de armas debería haber líneas rojas: el uso –y la relegitimación– de un arma especialmente cruel y que el derecho internacional humanitario prohíbe.

En este sentido, el silencio de los países europeos es francamente escandaloso. Especialmente porque según el artículo 21 de la Convención, de la que son firmantes, “cada Estado Parte (…) hará todos los esfuerzos posibles por desalentar a los Estados no Parte de la presente Convención de utilizar municiones en racimo”.





¿Más gasto militar o más seguridad global?

10 10 2022

(artículo publicado en Eldiario.es el 6 de octubre de 2022: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/gasto-militar-seguridad-global_129_9602766.html)

Pues sí, parece que esta vez va en serio.

Desde que la OTAN alumbrara, en 2014, el reto de que sus miembros incrementaran el gasto militar hasta el 2% del PIB, el Gobierno había expresado varias veces su acuerdo pero sin fechas ni prisas. En foros más técnicos, de hecho, lo había descartado. En 2019, en un seminario, la ministra de Defensa, Margarita Robles, aseguraba contundentemente: “Hemos de ser muy sinceros. España no va a llegar nunca al 2%”. A principios de este marzo, en la Comisión de Defensa del Congreso, Robles se reafirmaba en ello. 

Pero al cabo de poco, en entrevistas y comparecencias, el presidente Pedro Sánchez recuperaba la idea de alcanzar dicho objetivo y, antes de la cumbre de la OTAN, se comprometió a duplicar el gasto militar en una década militar hasta cumplir con el 2%.

Sin duda, el ataque a Ucrania ha cambiado el escenario. Alemania y otros países han expresado su voluntad de incrementar el gasto militar y, así, ese objetivo del 2% (que solo cumplían 8 países de la OTAN) parece, ahora sí, una obligación por parte de los Estados. 

La tendencia es clara: el mundo se rearma y se dispara el gasto militar. Y España va a participar en ello.

Muchos analistas han alabado las rápidas y firmes decisiones en Defensa que los países de la UE han hecho ante el ataque de Putin en Ucrania. Sin embargo, que haya celeridad en la toma de decisiones no indica nada sobre la calidad, necesidad o positividad de esas decisiones.

Y si se trata de proveer mayor seguridad global en este mundo que, se supone, es de lo que se trata cuando se defiende el incremento del gasto militar, aparecen muchas dudas y críticas.

Para empezar, nadie discute la lógica del 2%. Se propuso, se ha ido consolidando y ahora parece inexcusable. Pero, ¿en base a qué, el 2% es la cifra adecuada y no otra? 

Más en profundidad: cuando salimos de una pandemia que ha matado a más de seis millones de personas en todo el mundo; cuando la emergencia climática llama a nuestras puertas, cuando deberíamos poner todo nuestro ingenio y esfuerzo en defender la vida humana, resulta que apostamos, más que nunca, por engrosar el belicismo. ¿Es esa, realmente, la prioridad?

Millones de personas mueren de hambre cada año. Decenas de miles mueren en nuestros mares porque -pese a huir del horror- no les dejamos entrar. ¿Asistimos, impávidos y resignados, a todas esas pérdidas humanas pero en cambio, debemos incrementar el gasto militar global “por nuestra seguridad”? ¿Qué seguridad? ¿Cuál es esa defensa que no nos defiende ante las principales amenazas que socavan millones de vida en el mundo?

Y si, en clave militar, consideramos que estamos indefensos ante imperialistas y criminales de guerra ¿por qué no impulsamos los instrumentos jurídicos globales de defensa de los derechos humanos y los convertimos en ejes efectivos de disuasión, en vez de boicotearlos? ¿Por qué no reforzamos los organismos de gobernanza mundial en vez de menospreciarlos y ningunearlos?

Si nos preocupa el peligro de una guerra nuclear, ¿por qué no trabajamos en serio por el desarme? ¿Por qué, desoyendo a Naciones Unidas, la OMS, la Cruz Roja, etc. las potencias se niegan a eliminar sus arsenales? ¿Por qué la OTAN no apoya el nuevo Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) en vez de boicotearlo a fondo? ¿Por qué España ni tan siquiera participó como observador en la Conferencia de Viena del TPAN en junio?

Si queremos trabajar para conseguir un mundo más seguro podemos ¡debemos! hacer muchas cosas. Pero aumentar el gasto militar es la menos necesaria y urgente.

Y, finalmente: todo este incremento del gasto militar no se produce, como se pretende hacer suponer, después de un ciclo de bajadas y recortes. En absoluto. Llevamos casi dos décadas de subidas del gasto militar mundial. En concreto, en 2021, hemos superado los 2 billones de dólares, la cifra más alta registrada desde 1988. 

¿Tenemos que incrementar, aún más, el gasto militar? ¿De verdad?

A lo mejor, si después de años de aumentar el gasto militar hemos duplicado el número de guerras y el número de muertes en dichas guerras, tenemos la cifra más alta nunca registrada de población refugiada y desplazada, se han reforzado las lógicas de bloques, etc. quizá en vez de insistir en más gasto militar y más militarismo, es hora de construir otras políticas y estructuras de seguridad, mucho más humanas, sólidas y efectivas.





La fi de les armes nuclears, més a prop

21 01 2021

(Article publicat a la Directa 511, novembre 2020)

Solem dedicar tant de temps a la denúncia de guerres, d’injustícies i de vulneracions de drets humans que a vegades no ens queden forces per destacar i posar en valor una bona notícia. Un error. Perquè així acabarem pensant que no podem canviar res. I llavors, segur que no podrem. Així que, traient forces i temps d’on calgui, cal situar una bona notícia que ha passat molt desapercebuda en la majoria de mitjans de comunicació: després de la seva cinquantena ratificació, el Tractat sobre la Prohibició de les Armes Nuclears entrarà en vigor el 22 de gener de 2021.

Però anem a pams. Perquè potser hi ha qui no és gaire conscient del perill nuclear. Al món, malauradament, disposem d’un munt d’armes. De tota mena. I tot i que les armes que més maten són les curtes, les més perilloses són les de destrucció massiva. I, entre aquestes, destaquen les nuclears: l’arma més terrorífica que mai hem inventat. Només recordar Hiroshima i Nagasaki, ara que fa 75 anys van patir el llançament de les primeres bombes nuclears, ens hauria de situar en la seva brutalitat: destrucció de les dues ciutats i la mort de més de 200.000 persones.

Compte: malgrat la fi de la guerra freda, malgrat els acords de desarmament entre Rússia i els Estats Units durant els darrers trenta anys, les armes nuclears continuen existint. En tenim menys que fa quaranta o cinquanta anys, però són moltíssimes. En concret, 13.400. I la majoria dels països amb armament nuclear en lloc de treballar per reduir aquest arsenal estan modernitzant-lo. Només que una d’aquestes armes nuclears explotés –bé per la irresponsabilitat d’un líder nuclear, bé per un accident– ocasionaria una autèntica catàstrofe humanitària.

Tot govern responsable hauria de tenir, entre les seves primeríssimes prioritats, l’eliminació d’un perill tan brutal per a la seguretat de totes i tots com l’existència d’armes nuclears. I encara que el Tractat de No-Proliferació Nuclear (TNP) hi hauria d’haver ajudat des de 1968, les potències nuclears l’han usat com una eina per garantir-se el privilegi de ser, només elles, les que tenien armes nuclears, i han oblidat l’altre objectiu del TNP: desarmar-se.

Per això, des de la societat civil global –especialment amb la creació de la Campanya Internacional per a l’Abolició de les Armes Nuclears (ICAN) l’any 2007–, es va promoure una nova fita: un tractat que prohibís les armes nuclears. I ara hi som més a prop. Perquè un tractat internacional, fins que no aconsegueix un mínim de ratificacions per part dels estats signants, no entra en vigor. I mentre no entra en vigor, és una simple declaració d’intencions.

Però realment és una bona notícia si les potències nuclears no en formen part? Sí. Només cal veure què han fet durant aquests anys. Van procurar que el procés diplomàtic que va dur a l’aprovació del tractat el juliol del 2017 no arribés a bon port. Van pressionar diversos estats perquè no hi participessin i darrerament, veient l’impuls de les ratificacions, han volgut impedir-ho. Fins i tot hem vist, per part de la liquidada administració Trump, un fet insòlit (un altre): demanar als estats que l’havien ratificat que en sortissin! Si el tractat fos realment inofensiu, no haurien dedicat tants esforços a fer-lo fracassar.

Però la determinació de la ciutadania organitzada, l’impuls de les Nacions Unides i el suport d’alguns estats han fet que allò que fa deu anys semblava una utopia, i fa cinc molt difícil, ara sigui una realitat: un tractat que prohibeix les armes nuclears serà llei a partir del 2021. I ni les potències nuclears a qui tanta ràbia els fa podran evitar-ho.

Queda molt per fer. Fer créixer el tractat amb l’adhesió de molts més estats. Com per exemple l’Estat espanyol. Fa temps que ho intentem i algunes coses, abans impensables, s’han mogut i aconseguit: manifest de la comunitat científica, pronunciaments d’ajuntaments, resolucions del Parlament de Catalunya i, fins i tot, del Congrés.

Serà difícil perquè l’OTAN (ben poc preocupada per la seguretat real del món i molt ocupada defensant els interessos del poderós club nuclear) exigeix als seus membres que no signin el tractat. Però cada nova fita que s’aconsegueix fa més complicat posar-se d’esquena a la nova realitat: no és el mateix dir que no lideres la idea, que no participes d’un procés diplomàtic o que no vols ser dels primers a signar el tractat… a negar-se a fer-ho quan ja existeix. La història dels altres tractats de desarmament guanyats així ens ho demostra.

Segurament som lluny, encara, d’un món sense armes nuclears. Però mai, en 75 anys, ens hi havíem apropat tant.





Posar les persones al centre

4 11 2020

(Article publicat al dossier ‘El mundo en 2030’ de La Vanguardia amb motiu del 75è aniversari de les Nacions Unides)

Parlar sobre els 75 anys de l’Organització de les Nacions Unides (ONU), de l’Agenda 2030 i dels Objectius de Desenvolupament Sostenible (ODS) és parlar de tot. D’una banda, dels millors i més nobles objectius. De l’altra, de les amenaces, contradiccions i irresponsabilitats que travessen el nostre món i dificulten aconseguir aquests objectius.

I és recordar l’origen de tot plegat: un Segle XX ple d’atrocitats mai vistes abans. Dues guerres mundials devastadores, l’holocaust i les bombes nuclears d’Hiroshima i Nagasaki.

La societat civil, el món acadèmic i del pensament, governs i estats, van entendre que la deriva criminal de la primera meitat del Segle XX, acompanyat d’un desenvolupament tecnològic imparable, podia portar a cotes de destrucció quasi suïcides en clau humana i planetària.

D’aquí el naixement de l’ONU, un intent de governança global per a preservar la pau, i algunes de les seves importants fites: la Declaració Universal dels Drets Humans o els ODS.

Hem avançat? És cert que hem superat un escenari de guerra que era habitual, per exemple, per a molts europeus, i que s’ha desenvolupat tot un entramat de normes internacionals que vetllen pels drets humans. Però el balanç negatiu és esfereïdor: conflictes armats sagnants; rècord de persones refugiades i desplaçades; injustícies i desigualats abismals; un medi ambient agredit, contaminat i exhaust; ascens de models autoritaris i dels discursos d’odi; vulneracions radicals de drets i llibertats fonamentals…

Ha servit d’alguna cosa tot plegat? Una cosa és segura: sense l’ONU, el món encara seria més terrible. La solució no és menys Nacions Unides, sinó més i millors. Perquè per a fer front a les principals amenaces que ens assetgen calen respostes globals. Només una reforma profunda de l’ONU, en clau democràtica i de compromís amb la pau i els drets humans, ens permetrà d’avançar.

En tot cas, les limitacions, incapacitats i fracassos de l’ONU ens ha de fer dirigir la mirada cap als autèntics responsables: els estats.

I és que sovint veiem com objectius i propostes llançades des del sistema de l’ONU (que inclou programes, fons, instituts, oficines i grups de treball) són boicotejades pels mateixos estats membres.

L’ODS 16 cerca societats més pacifiques, justes i inclusives. La seva principal fita: reduir la violència. I això passa, entre altres coses, pel desarmament i la desmilitarització. I tot i que l’ONU ha liderat o acollit processos de control del comerç d’armes i de prohibició d’armes de destrucció massiva (nuclears, químiques i biològiques) o especialment cruels (mines i bombes de dispersió), diversos estats s’hi han oposat radicalment.

L’exemple més recent: mentre l’ONU ha acompanyat el nou Tractat de Prohibició de les Armes Nuclears (una de les principals amenaces a la vida humana i el planeta: tenim, encara!, 13.400 armes nuclears) les potències nuclears (totes elles membres permanents del Consell de Seguretat de l’ONU i, teòricament, les més responsables) l’han boicotejat activament.

Mentre els estats treballin en la línia contrària al que reclamen les Nacions Unides és impossible que els DDHH o els ODS arribin a bon port.

Calen polítiques serioses i responsables per part dels governs. Cal que les empreses transformin les seves pràctiques per fer-les coherents en clau social i ambiental. Cal que els mitjans de comunicació siguin promotors d’aquests canvis necessaris i no legitimadors de models fallits. I cal que la ciutadania es mogui per transformar consciències i estructures.

El secretari general de l’ONU reclamava, a l’inici de la pandèmia, un alto el foc per posar fi a les guerres i dirigir tots els esforços a superar una pandèmia que ja ha mort més de 1.100.000 de persones. Si davant d’una amenaça com aquesta no som capaços de reaccionar, promovent autèntica seguretat humana, quin sentit té tot plegat?

L’única via per fer possible els ideals fundacionals de l’ONU, els DDHH i els ODS és posar les persones al centre. Al centre de la política, de l’economia i de la seguretat. Només així tindrem un món just, sostenible i pacífic.





Quan sobren armes i falten hospitals

8 04 2020

(Article publicat al Diari ARA el 7 d’abril de 2020)

“Et noto silenciós, i ara cal que diguis molts coses!” Un amic, que clarament confia massa en mi i el meu criteri, em reclamava fa unes setmanes que parlés més arran de la covid-19. Li vaig dir que ja deia coses habitualment però que ara em sentia més a prop de fer silenci, escoltar qui en sap i aplaudir qui arrisca molt, que de parlar gaire. I, finalment, li deia que no calia que digués gaire cosa: que el virus ja ens forçaria, inevitablement, a canviar moltes coses.

“Tot i haver discrepat, ara estarem d’acord”, m’escrivia fa pocs dies un col·lega amb qui havíem debatut sobre el paper de les forces armades. En llegir la frase interpreto que, veient com la immensa maquinària de guerra existent no serveix per aturar un virus, ara s’adona que cal una altra seguretat, menys militar i més humana. Però a continuació escriu: “Ara estarem d’acord que l’exèrcit és útil i necessari”. M’alarmo. Després de tants patiments i de tantes morts, si alguna lliçó n’hem de treure és que ens cal un replantejament, a fons, de valors, prioritats i polítiques. Cal, d’una vegada per totes, posar les persones al centre de les decisions de la política, l’economia i la seguretat. Seria suïcida tornar a una normalitat que és criminal.

No estem en temps de certeses. La pandèmia, més que mai, ens recorda la nostra fragilitat. Malgrat que estàvem pensant en robots intel·ligents i consums molt sofisticats, la covid-19 ens deixa clar que ni ho sabem tot ni ho podem tot. Depenem de moltes coses que no controlem. Però, malgrat tot, és evident que en un món tremendament desigual i desequilibrat, on milions de persones viuen en la més absoluta de les intempèries i on tenim les prioritats desenfocades, una pandèmia tindrà uns efectes molt més devastadors i brutals.

Així que potser sí que cal dir algunes coses, procurant de diferenciar el que és secundari del que és important. Una cosa és fer servir puntualment els militars en una situació de crisi, una altra fer-ne bandera per justificar l’existència de l’exèrcit, i encara una altra pretendre que cal continuar i reforçar una política de seguretat que, precisament, demana canvis a crits.

Que en un món militaritzat, amb exèrcits sobredimensionats, davant una crisi greu s’usin soldats per fer certes tasques és una cosa. Més lamentable –i grotesca– és l’ostentació de parafernàlia i llenguatge bèl·lics que ens mostren en rodes de premsa i en declaracions grandiloqüents. Força més inquietant és que en un context global de retallades de drets i llibertats, d’aprimament de la democràcia i d’apel·lacions a la mà dura, hi hagi qui aplaudeixi imatges de policies i militars patrullant pels carrers a la recerca de ciutadans “díscols”.

Però el que seria profundament greu és treure conclusions errònies de la participació de l’exèrcit en la crisi de la covid-19. Si calen militars per construir hospitals, habilitar llits, transportar medicaments i desinfectar instal·lacions, vol dir que tenim un problema, seriós i evident: no tenim planificats prou recursos humans i tècnics per fer front a crisis sanitàries greus. Que els militars hagin de fer tot això vol dir, ras i curt, que sobren soldats i falta personal sanitari, de serveis bàsics i protecció civil. Que sobren armes i falten hospitals. Que hi ha massa despesa militar i poca despesa en salut pública. Qui presumeix de l’operació Balmis no sé si s’adona que, en el fons, no està demostrant la utilitat de l’exèrcit sinó evidenciant les desastroses prioritats: no tenim prou recursos per fer front a una crisi sanitària que mata 13.000 mil persones en poc més de 2 mesos però en canvi tenim 130.000 soldats i tota mena d’armes… per a no se sap gaire ben bé què.

No qüestiono, ni menyspreo, la dedicació i els sacrificis personals que fan aquests soldats. Qüestiono les prioritats i les polítiques que hi ha al darrere. Prioritats i polítiques mal enfocades, que venen de lluny i que fa temps que patim arreu del món.

Perquè milions de persones moren al cap de l’any –cada any– per fam, pobresa, malalties curables, manca d’aigua potable, etc., mentre, en canvi, tenim un sistema de defensa immens (més de 20.000.000 de soldats) i caríssim (quasi dos bilions de dòlars anuals) incapaç de protegir la vida d’aquestes persones. I quan es reclama atendre aquestes emergències humanitàries es diu que no hi ha prou diners. Aquesta brutal, i criminal, paradoxa és un dels contrasentits més grans del món. De fet, no cal ser antimilitarista ni pacifista per compartir-ho. La primera prioritat de tota lògica seriosa de seguretat hauria de ser de protegir la vida de totes les persones i garantir-los un mínim de condicions per poder viure dignament. No fer-ho, renunciar a salvar aquestes vides i, mentrestant, invertir en exèrcits, noves armes o entrenaments militars en nom de la seguretat és un despropòsit absolut.

I, tornant aquí, no podem oblidar-ho: destacar l’aportació humanitària de les forces armades perquè construeixen hospitals… mentre venem armes a qui bombardeja hospitals al Iemen és d’una inconsciència descomunal o d’un cinisme estratosfèric.

La covid-19 ens aclapara i desborda profundament. Assistir, dia sí i dia també, a les terribles pèrdues humanes que ocasiona és dolorosíssim. Imaginar les conseqüències econòmiques i socials que se’n derivaran provoca vertigen. Però si tot això no serveix, almenys, per canviar les coses i enfocar bé les prioritats, quan ho farem?

 





Sí, Sr. Morenés, els infants han de saber la veritat. En parlem?

2 06 2016

Nuestros niños tienen que saber la verdad y tienen que saber que la libertad tiene un precio, que la democracia tiene un precio y que hay que defenderlas, y que hay que defenderlas y a veces con la propia vida y esos que la defienden con su propia vida generalmente son aquellos que llevan un uniforme y han jurado hacerlo

És probable que les declaracions del ministre Morenés, arran de la polèmica per les fotografies de nens amb armes al Castell de Figueres, siguin en clau político-electoral i, per tant, les hagi dit des de la voluntat de generar un impacte, més que no pas de fer cap reflexió.

Malgrat tot, les declaracions existeixen i han estat àmpliament escoltades i vistes. I, per tant, és pertinent, i necessari, valorar-ne el contingut.

D’entrada, cal recordar i situar que d’ençà la professionalització de les Forces Armades, el Ministeri de Defensa treballa en dues línies: la primera, mirar de captar gent que vulgui implicar-se en l’exèrcit. La segona, relacionada, però que va més enllà, fomentar la ‘cultura de defensa’: una perspectiva que vol promoure que la societat ‘entengui’ la necessitat de l’exèrcit i les inversions econòmiques que suposa. En una altra manera de dir-ho: la cultura de defensa com a antídot de l’educació per la pau, present en diversos centres educatius.

Aquest programa de cultura de defensa ha tingut diverses concrecions al llarg dels anys però, fonamentalment, ha cercat fer més visible i present l’exèrcit al si de la societat. Des de xerrades a instituts sobre la sortida professional de les FFAA fins a certàmens literaris i activitats educatives. I l’objectiu principal, gairebé sempre, és la gent jove: perquè històricament, quan es comença a desenvolupar el programa els joves eren els més refractaris a les Forces Armades (sortíem d’una època de forta mobilització a favor de l’objecció de consciència i la insubmissió amb tot el desgast que això suposa per al paper de l’exèrcit) i, també, perquè només s’ompliran les places professionals de l’exèrcit si la gent jove hi acudeix.

Les imatges de Figueres, responen plenament a això. Unes fotografies, la de nens i nenes amb fusells a la mà, força esperpèntiques i, en termes pedagògics, greus. ¿Quina mena de joc, entreteniment o satisfacció suposa que nens i nenes puguin tenir a les mans instruments que serveixen, poseu-hi totes les floritures que vulgueu, per matar? ¿Quina mena de missatge pedagògic estem emetent si, aquells artefactes que són darrere les guerres i les seves terribles conseqüències humanitàries –també per a milers de nens i nenes-, les convertim en un divertiment? Podem pensar en moltes coses, capacitats i habilitats que cal desenvolupar i fomentar entre els nens i nenes: l’apologia del militarisme, segur que no és una d’elles.

Però les declaracions del Ministre han acabat de reblar el clau.

Diu el Sr. Morenés que els nens han de conèixer la realitat, ‘la verdad’, diu ell.

Vinga, doncs parlem de realitat i, fins i tot, de ‘veritats’.

Podríem parlar, per exemple, que al món dediquem 1,7 bilions de dòlars a la despesa militar mentre permetem, sí permetem, que milions de persones morin de fam o visquin en condicions d’extrema pobresa, mancats d’aigua potable, habitatge, educació o accés a la salut. Efectivament, la llibertat i la democràcia té un preu. Però aquest món s’encaparra a construir una gran maquinària de guerra… enlloc d’afavorir condicions de justícia i dignitat per a tothom, factor essencial per a generar seguretat humana global.

Podríem parlar que al món hi ha vora vint milions de soldats i recordar que, malgrat la propaganda oficial, el nombre de soldats que fan missions humanitàries (i, és clar, això sense entrar a valorar el grau de coherència, idoneïtat, qualitat, sentit i resultats d’aquestes missions) és molt petit.

Podríem parlar que la proliferació de les armes, amb un comerç irresponsable i descontrolat, afegeix benzina a moltes situacions de conflicte, alimenta la seva virulència i incrementa les conseqüències devastadores de la violència armada: morts, ferits, destrucció, desplaçats i refugiats. Segons recorda el SIPRI, en el període 2011-2015 el comerç de grans armes convencionals va créixer un 14% respecte al període anterior. I el Pròxim Orient és una de les zones del planeta on més ha crescut l’adquisició d’armes. Un món convuls, per cert, al qual l’Estat espanyol hi contribueix decisivament: és el setè exportador d’armes al món.

Sembla que el ministre està molt preocupat per la llibertat, la democràcia i la pau: potser els nens i les nenes haurien de saber que l’Estat és el tercer subministrador d’armes a l’Aràbia Saudita, un règim, com totes i tots sabem, fermament preocupat per la defensa de la pau, la llibertat i la democràcia, a dins de les seves fronteres i a la regió (Iemen, Síria, etc.).

El ministre Morenés afirma que la llibertat i la pau tenen un preu. El que és segur és que la irresponsabilitat, el militarisme i la violència armada, tenen un preu altíssim: 35 conflictes armats, més de 500.000 persones mortes cada any, milions de ferits i 59,5 milions de persones refugiades i desplaçades.

 

Enlloc d’acceptar acríticament aquestes rèmores, hauríem de fomentar que els nens i les nenes siguin capaces, pel nostre bé i pel seu, de construir i defendre la pau i la llibertat amb eines que no posin en risc la llibertat i la pau.





L’Aylan no va morir dimarts

3 09 2015

No. La seva mort ve de lluny, fins i tot d’abans de néixer.

Quan va venir al món ja ho tenia complicat: un poble sense estat, el kurd, en el marc d’una Síria controlada per un govern autoritari.

Però la seva vida encara es va complicar més quan faltaven pocs mesos per néixer. El 2011, contagiats pel clam de justícia i dignitat que va remoure el món àrab, una part important del poble sirià va dir prou i va sortir al carrer. I el règim de Baixar al-Àssad va reprimir amb brutal duresa les manifestacions ciutadanes. S’iniciava una època encara més fosca.

Va morir una mica més quan els enemics eterns de la regió, l’Iran i l’Aràbia Saudita van començar a moure les seves peces. Els primers apuntalant l’escalada repressiva del règim i els segons, veient l’oportunitat de posar uns ‘nous’ més ‘seus’, facilitant la deriva armada de la revolta, inicialment, pacífica i ciutadana.

La vida a l’Aylan se li va complicar molt més quan, entre l’estímul saudita i el deixar fer turc, i en part, el benefici indirecte per al règim, grups islamistes van començar a aparèixer per Síria, contaminant la revolta i, a la vegada, impedint-la.

Va morir encara més quan Rússia i EEUU, lluny d’actuar com a potències responsables (cosa que no solen fer gaire, certament) van mirar-s’ho en clau d’interessos immediatistes. Els primers armant el règim i defensant la seva actuació internacionalment, sovint amb el suport de la Xina, i els segons, amb la participació també de França i Gran Bretanya, armant o entrenant grups rebels però, en el fons, pensant que una guerra de desgast entre dos enemics (Síria més l’Iran, per un cantó, i el gihadisme, per l’altre) era un escenari prou llaminer. Tot això, és clar, amanit per l’absoluta indiferència cal al patiment de la població.

L’Aylan va encaminar-se cap a la mort definitiva quan en el marc de la degeneració del conflicte sirià i de les conseqüències de la guerra i l’ocupació de l’Iraq (caos, greuges i tensions comunitàries mal gestionades, etc.) neix la vessant més brutal del terrorisme gihadista: l’Estat Islàmic. Una presència que també va arribar a les zones kurdes, fins llavors més allunyades de l’enfrontament, patint el seu assetjament en llocs com Kobani, d’on, segons diverses informacions, procedia la família de l’Aylan.

I sí, finalment, va morir aquest dimarts en una situació dramàtica, generant una imatge esfereïdora que ha fet la volta al món i que ha sacsejat moltes consciències. Fins i tot les de gent, polítics i periodistes que fins fa quatre dies o bé passaven del tema o bé el resolien amb l’habitual recepta de duresa i crueltat: cal més policia, més murs, més repressió; evitar l’allau; que vagin a una altra banda; és el seu problema, no el nostre; mala sort, us ha tocat.

Però més enllà de l’impacte emocional d’ara, tinguem-ho clar: la seva tragèdia, i en diferent grau, la tragèdia dels 10.000.000 de desplaçats de Síria (quasi la meitat de la població) ve de lluny.

I sinó ens prenem seriosament la lluita per la justícia, els drets humans, la prevenció i resolució dels conflictes, el desarmament i el control d’armes, per més que ens esgarrifin les morts de nens com l’Aylan, ens haurem de resignar a veure’n moltes més.





¿Quin model de seguretat, defensa i pau per a Catalunya?

4 05 2015

Una de les conseqüències del debat sobiranista és l’increment espectacular de la reflexió sobre com volem que sigui aquest país. Fins i tot els contraris a la sobirania n’haurien d’estar contents: no parem de parlar, projectar, imaginar com s’haurien de fer les coses, com es podrien fer millor. Política i participació en estat pur.

Tot això, és clar, també ha passat en els temes de seguretat, defensa i pau.

Algunes i alguns ja portem molts anys dedicant temps a com podria ser una nova política de seguretat. I com es podria fer i aplicar des de Catalunya. Però, és clar, el darrers 2 anys, s’han acumulat molts debats, seminaris, articles (aquí en trobareu alguns), taules rodones, entrevistes… sobre el tema.

D’entre les moltes coses fetes els darrers mesos, poso el vídeo del debat ‘Defensa i seguretat: pais armat i/o país de pau‘ amb en Miquel Sellarès, dins del cicle ‘El país que farem’ organitzat per l’Ateneu Barcelonès. En la meva intervenció plantejo les prioritats i els valors que crec haurien de fonamentar una política de seguretat coherent amb la pau i els drets humans. A la part del debat, hi surten molts més elements per a la reflexió.

En fi, que al nostre país hi hagi debat sobre si hem de fer una política de seguretat més clàssica i militaritzada o més alternativa i en clau de seguretat humana i pau és, d’entrada, ja un gran èxit.

 

 





Posar fi a l’amenaça nuclear

22 08 2013

hiroshima

(article publicat el 9 d’agost a El Periódico – versió en català)

(artículo publicado el 9 de agosto en El Periódico – versión en castellano)

Aquesta setmana es compleixen 68 anys de les bombes atòmiques a Hiroshima i Nagasaki. ‘Hiroshima va deixar d’existir en tres hores. La sisena ciutat més gran del Japó, amb una població de 400.000 habitants, havia desaparegut‘. Això és el que relatava Toyofumi Ogura, un professor d’Història de la Universitat d’Hiroshima, en les seves ‘Cartes des de la fi del món’. Inicialment escrites pensant en la seva dona, morta al cap d’uns dies de l’explosió, es van acabar publicant, esdevenint el primer testimoni escrit del bombardeig.

Hi ha un passatge del llibre que situa amb precisió el brutal impacte de les bombes. Ogura explica com moltes persones de llocs ben diferents i allunyats de la ciutat afirmaven ben convençudes que l’explosió (encara no sabien que havien patit una bomba de potència fins llavors desconeguda) havia estat ‘a casa nostra‘.

Dues ciutats devastades. Més de 220.000 morts. Persones ferides i afectades per sempre. Dones que, exposades a la radiació, al cap dels anys van donar a llum a infants amb greus malformacions. Les explosions van ser devastadores. Però el seu impacte es va allargar en el temps fins avui dia.

La gravetat del que va passar a Hiroshima i Nagasaki hauria hagut de fer reaccionar a la humanitat. De fet, les Nacions Unides van néixer amb la voluntat de posar fi a dos dels capítols més foscos d’aquell Segle XX: l’holocaust i les bombes atòmiques.

Però, una vegada més, els governs del món no van actuar amb prou responsabilitat en un assumpte tant important com aquest. I, encara ara, fallen clamorosament. Tot i el bàrbar balanç de destrucció, els Estats Units, Rússia, Xina, Gran Bretanya i França, van continuar la cursa nuclear i van dur a terme unes 2.000 proves durant la segona meitat del Segle XX. Les proves nuclears -submarines, subterrànies o atmosfèriques- es van fer en llocs delimitats però també en illes i paratges on es va enganyar de forma indigna a la població local que, sense saber a què s’exposaven, van acabar patint greus impactes en la seva salut. Malgrat els acords de desarmament, avui disposem d’unes 20.000 armes nuclears. Unes armes, per cert, que permetrien destruir el món unes quantes vegades…

Les eines impulsades per la comunitat internacional per a fer front a les armes nuclears no han funcionat: la més coneguda, el Tractat de No Proliferació Nuclear (TNP), ha permès evitar en bona part que més països accedissin a les armes nuclears, però no ha servit, tal com reclamava el TNP, per a que les potències nuclears avancessin cap al seu desarmament. D’altra banda, el 1996 s’aprovava el Tractat contra les proves nuclears que, encara avui!, no ha entrat en vigor perquè no alguns Estats encara no l’han ratificat.

He parlat diverses vegades amb supervivents de les bombes nuclears, els anomenats ‘hibakusha’. N’he conegut de moltes menes: dones i homes; extrovertits i introvertits; corpulents i fràgils; analítics i pràctics. Però en totes i tots ells sempre hi he trobat dues característiques: cap ànim de venjança i una ferma voluntat que tot aquest dolor serveixi perquè mai més es torni a produir.

68 anys després d’Hiroshima i Nagasaki, és hora que la comunitat internacional, les potències nuclears, la resta de governs i la societat civil posin fi d’una vegada per totes a aquesta amenaça: cal aprovar un tractat mundial de prohibició de les armes nuclears. I, així, a més d’estar més segurs, de retruc podrem alliberar una gran quantitat de recursos econòmics.





Des de Catalunya, contribuint a la seguretat global

4 06 2013

(article publicat a El Periódico, el 4 de juny de 2013. Versión en español)

Avui a la seu de les Nacions Unides de Nova York s’inicia el procés de signatura del Tractat sobre el Comerç d’Armes (TCA), adoptat per l’Assamblea General el passat 2 d’abril.

Un Tractat que ha de posar les transferències mundials d’armes sota control, fixar uns criteris d’obligat compliment, exigir als Estats que no es desresponsabilitzin dels impactes de les seves vendes. El descontrol del comerç d’armes permet que dictadors, criminals i màfies organitzades puguin abastir-se al mercat mundial i, així, obtenir armes amb les quals acaben vulnerant els drets humans. Exigir als Estats una avaluació rigorosa dels riscos d’aquestes vendes, obligar-los a dur a terme uns registres precisos i establir mecanismes de supervisió generarà una millor seguretat global.

És evident: la consecució del TCA no ha estat una victòria fàcil. No comptava amb l’adhesió inicial de les principals potències armamentístiques, que recelaven de qualsevol possible fre al seu desbocat negoci. I s’ha hagut de fer front a la forta i activa oposició del lobby de les armes i de la indústria militar. I, en aquesta doble feina, la societat civil per la pau i els drets humans ha estat cabdal: a mitjans dels 90 va posar el crit d’alerta sobre les greus conseqüències de la desregulació del comerç d’armes i a principis de la dècada del 2000 va concretar la petició: aconseguir una normativa global que en regulés les transferències. Durant aquests anys, la Campanya Armes Sota Control ha estat altaveu d’una consciència ciutadana que, conjuntament amb els centenars de milers de víctimes, reclamaven una solució urgent als Estats.

En el procés diplomàtic, s’hi han pogut veure tota mena d’actituds i preses de posicions per part de les diverses delegacions estatals que, al capdavall, són les que van prendre l’acord. És clar, Catalunya no hi jugava en aquesta lliga. Però, a més de les delegacions estatals, també han tingut un paper actiu en tot el procés les delegacions de la societat civil. I, en aquest àmbit, Catalunya ha tingut una presència i un impacte molt superior, per exemple, a una desena d’estats constituïts d’Europa.

El suport al procés del TCA generat des de la societat civil catalana no ha estat pas menor: a Catalunya, les tres organitzacions de la Campanya, Amnistia Internacional, FundiPau (Fundació per la Pau) i Intermón Oxfam van donar a conèixer el problema i van generar un gran suport social i institucional: ajuntaments, Parlament de Catalunya, ONG, gent del món de la cultura i la comunicació, etc. van mostrar el seu suport a la regulació del comerç d’armes. I durant el procés diplomàtic (4 reunions preparatòries i dues conferències) a més de la tasca d’incidència de FundiPau també s’ha comptat amb la feina d‘anàlisi de l’Institut Català Internacional per la Pau (ICIP).

Tot això sense oblidar que, el precedent immediat de la Campanya Armes Sota Control, es va assajar fa gairebé 20 anys a Barcelona, amb la coalició ‘Hi ha secrets que maten’ que, amb l‘impuls de Vicenç Fisas, va aplegar per primera vegada en un treball d’incidència conjunt diverses ONG no estrictament de pau però sí preocupades per l’impacte de la venda d’armes.

El procés del TCA, per tant, també ens permet aportar una mica més de perspectiva sobre un debat que els darrers mesos s’ha obert al nostre país: en cas que Catalunya avancés cap a cotes de sobirania, quina política de seguretat i defensa hauria d’assumir? Al meu entendre, el debat s’ha formulat, encara, massa deutor d’una concepció de la seguretat que l’associa a força militar. Tradicionalment, les polítiques de defensa s’han centrat en garantir els interessos dels Estats, entesos com a maquinària, obviant la seva dimensió de comunitat humanes. I, així, el paper de l’exèrcit i el militarisme sempre han estat clarament sobredimensionats. Però una política seriosa de seguretat ha de posar les persones al seu centre, identificar els riscos i amenaces que poden afectar la vida de la gent i mirar d’aportar-hi solucions.

Des d’aquesta perspectiva, el TCA és una gran notícia: si el descontrol i la proliferació de les armes suposa cada any la mort de més de 500.000 persones, posar eines i mecanismes de prevenció per evitar que això passi és una cabdal contribució a la seguretat global.

I en aquest procés, Catalunya no és que pugui jugar-hi un paper en un futur hipotètic. És que hi ha jugat un paper ja ara. I, si només en clau de societat civil, Catalunya ha fet una aportació rellevant a un dels processos més cabdals dels darrers 15 anys, això vol dir que més enllà del debat de l’exèrcit, si es dotés d’estructures d’estat i tingués voluntat política, podria fer una aportació encara més significativa en la construcció de la pau, la promoció dels drets humans i la creació de seguretat global.