Hace un año os escribí esta carta.
Me sentía inquieto por algunas de las interpretaciones que circulaban y quise compartir con vosotras y vosotros mis impresiones al respecto ¿Un resumen? El independentismo ha crecido tanto en Cataluña porque muchos catalanes y catalanas han terminado por asumir, algunos con ilusión, otros con tristeza, que en el Estado español no cabe la Cataluña que la mayoría de sus ciudadanos quieren y desean. Y sienten que no cabe porque así se lo comunican, de forma insistente y recurrente, desde el poder político, económico y mediático. Recabar la opinión de la gente parecía, parece, algo fundamental para saber dónde estamos y hacia dónde debemos dirigirnos. Y terminaba la carta mostrando la plena confianza –y, en cualquier caso, mi determinación- de que, pase lo que pase, los lazos de amistad, relación y complicidad se mantendrán. Y si la evolución política no iba a afectar los afectos, podíamos desdramatizar un poco la situación… que también conviene!
No parece, un año más tarde, que las cosas hayan cambiado mucho: la determinación de una gran mayoría de la sociedad catalana para ser consultada continúa existiendo. Por el otro lado, poco se ha movido más allá de un cierto ‘descubrimiento’, bastante tardío y quizá demasiado forzado, del federalismo. Sin ir más lejos, miremos ‘El País’, que leo cada día desde hace 25 años. Es imposible recordar la cantidad de artículos, columnas y editoriales aparecidos estos meses que combinan una gran incapacidad para entender lo que está pasando en Cataluña con mucho menosprecio hacia la reivindicación por el derecho a decidir. Digo que es imposible recordarlos… porque son muchos, muchísimos. No hace falta que diga que, si esto es así en El País, imaginad lo que uno se puede encontrar en ABC, La Razón, El Mundo, etc.
Sí que hay que reconocer, agradecer y aplaudir las complicidades registradas en este último año: en el ámbito político, Izquierda Unida, Equo o Podemos han expresado su apoyo a la Consulta. Por parte de la sociedad civil, la Coordinadora de ONGD también lo ha hecho. Y en varias cabeceras del nuevo periodismo digital, Público, Eldiario.es, etc. se oyen muchas voces receptivas y dialogantes. Pero, de momento, los dos principales partidos políticos y los principales medios de comunicación, están lejos de cambiar su mirada y su postura.
Así las cosas, nos encontramos que el Tribunal Constitucional, a petición del Gobierno español, acaba de suspender de forma cautelar la Ley de Consultas y el Decreto convocando la Consulta del 9-N. Y por más que todo estuviera previsto, es grave.
Porque una gran mayoría de la gente (según los resultados electorales de 2012, según muchas encuestas, etc.) quiere que haya un proceso deliberativo sobre el futuro político de Cataluña que termine en una consulta. Apuntemos también que más de 850 ayuntamientos (el 91% del total) han apoyado dicha consulta. Recordemos, en fin, que tres de las mayores manifestaciones producidas en Europa en los últimos años, han sido en Cataluña en demanda de una consulta.
Pues bien, pese a toda esa movilización y determinación, la consulta no será posible: el poder político español, en vez de buscar cauces legales para canalizar esta demanda ciudadana, muestra la Ley para cerrarle toda opción.
Puede que no entendáis como se ha llegado hasta aquí y que os sintáis desconcertados. Puede que no veáis claro lo del derecho a decidir. O que, estando de acuerdo, no os guste como se ha desarrollado o la convocatoria concreta de la consulta del 9 N. Puede que compartiéndolo todo, os disgusten algunos argumentos y mensajes procedentes del soberanismo. Puede que no os guste nada de nada la idea de la independencia. Puede que…
Es comprensible. Incluso gente que participa del proceso en Cataluña no comparte, lógicamente, todas las estrategias o mensajes que se emiten. Pero no hay nada en este mundo que sea 100% perfecto y claro. Incluso los hechos históricos más bellos y audaces contienen elementos disonantes, cuestionables, censurables. Aún más: todo proceso, por positivo que sea, puede tener alguna consecuencia negativa. Pero si miramos lo fundamental, no veo objeción posible: un movimiento muy amplio de ciudadanas y ciudadanos está reclamando, pacíficamente y democrática, que pueda ser consultada sobre qué futuro político prefiere.
Amigas y amigos, os pido vuestra implicación: implicación para defender que la opinión de la ciudadanía catalana no puede ser menospreciada, encorsetada, encerrada. No sé que deparará el futuro pero no parece una buena solución imponer, sin más, un marco jurídico a una población que ya no se siente interpelada por él.
Pero os pido vuestra implicación, también, por vosotros. Que un Estado sea pasivo en la lucha contra las injusticias, los desahucios, la violencia de género, el racismo y, en cambio, actúe con altísima determinación y rapidez para anular una consulta ciudadana… no es un Estado muy apetecible para vivir en él, la verdad.
Un fuerte abrazo y hasta pronto.